En el barrio de Boedo, donde la oferta teatral está creciendo considerablemente, nos encontramos con una desapercibida puertita. El teatro “Boedo XXI”.
Ingresamos a la sala y directamente nos encontramos en un living de un departamento decorado de modo muy clásico. Suena una ópera.
Amalia está allí, pedaleando en su bicicleta fija, con su imagen que emana tensión, contención, represión, pulcritud…será interrumpida por el teléfono, que viene a notificarla de la muerte de su tía Rita.
Amalia no gusta del encuentro con otros. Es muy determinante en su modo de hablar y en sus decisiones. Toma un mix de pastillitas homeopáticas para “controlarse”. Se altera sobremanera cuando sus vecinos escuchan la música a fuerte volumen. Baila a escondidas un bolero. Arroja los objetos de modo violento en lugar de guardarlos.
Esta muerte de la tía genera el encuentro con su prima Mónica. Encuentro que tratará de evitar, pero finalmente llegará, aunque Amalia diga no encontrar las llaves que abren la puerta.
Mónica y Amalia no se ven hace mucho tiempo, sus edades y la época en que transcurre la historia podría ser cualquiera. Mientras esperan a Mario Marito se desarrollan diálogos de gran ocurrencia interpretados por estos dos personajes muy bien caracterizados.
Las dos actrices se destacan en su actuación. Saben mantener todo el tiempo el personaje y su postura, lenguaje, expresiones.
Personalmente me entretuvo mucho. El tiempo de duración pareció volar. En algunos puntos, si bien la obra exagera las conductas, pude verme identificada. A mí y a otros personajes que me rodean…
Amalia (quien es actriz y autora de la obra) , la aparentemente formal, dura, inconmovible, insensible, virgen. Una Amalia que tiene un santo propio en quien deposita algo más que plegarias y pedidos. Y Mónica, la aparente ricachona, ruidosa, inocente, ocultadora, juguetona, dicharachera…que con su voz impostada y su forma de hablar realmente me ha sabido hacer reír. Mónica que no recibe llamadas de su admirador, como ella dice, sino de otra persona menos grata.
Mientras comparten tecitos que nunca toman, sidra peronista, y juegan al “Yo nunca” irán contándose sucesos de irrelevante importancia. La obra transcurre sin que haya un acontecimiento demasiado importante, con eventos algo bizarros... Son los diálogos ocurrentes y la calidad interpretativa lo que resulta más entretenido.
Quizás el punto de quiebre de la obra sea cuando en el “Yo Nunca” ambas dejan entrever sus soledades y puntos débiles.
Finalmente, estas dos mujeres se irán uniendo a medida que van mostrando sus costados más ocultos, se harán compañía una a la otra, compartirán recuerdos y tendrán puntos de encuentro a pesar de las diferentes personalidades. En definitiva, compartirán un momento de sus vidas y se contendrán y cuidarán mutuamente a pesar de las diferencias.
Fuente: http://www.asalallenaonline.com.ar/teatro/criticas/2119-las-impacientes-polonsky.html
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